Siguiendo los pasos de los dragones en Barcelona
Según cuenta la leyenda, Sant Jordi mató al dragón antes de que devorase a la princesa y de su sangre brotó un rosal de rosas rojas, como las que cada año se regalan los enamorados durante el día de Sant Jordi, patrón de Cataluña.
Puede que tenga que ver con la leyenda, o puede que no, pero Barcelona tiene una estrecha relación con los dragones. En los monumentos y edificios de la ciudad se esconden alrededor de un millar de ellos. Ya sea en las cornisas de los balcones, en picaportes, farolas, escaleras o puertas, los dragones de Barcelona esperan vigilantes a ser descubiertos por las miradas de los transeúntes.
Los hay de muchos tamaños y estilos diferentes: alados, trepadores, amenazantes, sinuosos como serpientes o pequeños como lagartijas. El más grande de todos es el de metal que está en el Parque de la España Industrial, con 32 metros de longitud y un peso de 150 toneladas. Los más pequeños, que apenas miden 10 centímetros, están en la pareja de tiradores de las puertas del Pati dels Tarongers, en el Palau de la Generalitat.
Los dragones de Barcelona están a sus anchas por toda la ciudad, pero la mayoría se encuentran en los edificios modernistas del barrio del Eixample. Los artistas modernistas sentían especial predilección por lo exótico y los seres mitológicos, por ello a menudo incorporaron dragones en sus trabajos.
Antoni Gaudí sentía especial predilección por estas criaturas y lo reflejó en muchas de sus obras. La primera que nos viene a la cabeza es el colorido dragón de trencadís que da la bienvenida al Parque Güell, o el dragón de hierro forjado que decora la puerta de los Pabellones Güell. Pero también la Casa Batlló, de forma más sutil, es una alegoría de la leyenda de Sant Jordi, por ello en su tejado hay una cruz y las formas sinuosas y los colores de las tejas simulan las escamas de un dragón.
Otro de los dragones más famosos de Barcelona es el de estilo chino que decora la Casa Bruno Quadros, situada en la Rambla. También encontrarás dragones en los mosaicos de la Casa de les Punxes, en la fuente del Parque de la Ciudadela, en la base del monumento de Colón o en las luces del Gran Teatro del Liceu, por mencionar algunos más.
En 2007, el fotógrafo andorrano Josep Martínez, los censó y retrató a todos. Las fotografías y los detalles particulares de cada uno de ellos se editaron en un libro titulado Drakcelona. Pero si quieres verlos al natural, lo mejor es dar un paseo y mantener bien abiertos los ojos. Si quieres, puedes descargarte la app para móvil y tenerlos localizados en el mapa.
Laura – Equipo de Marketing